Texto recogido para nuestros lectores en Almacen de
derecho, por Sebastián Albella Amigo
La primera es una cuestión de gran actualidad: la próxima
transposición al derecho español de la Directiva europea de 2017, de
modificación de la de 2007 sobre derechos de los accionistas, en lo que
respecta a las operaciones vinculadas. Como saben, se trata de una Directiva
muy importante que aborda cuestiones de gran interés y que va a obligar a
introducir modificaciones relevantes en nuestro derecho en diversos aspectos:
en primer lugar en
lo relativo al derecho de las sociedades cotizadas (y de sus accionistas
significativos y de las asociaciones de accionistas) a conocer la identidad de
sus accionistas, concepto que en la Directiva se refiere –y esto va a ser
novedoso, al menos en términos de reflejo en normas escritas españolas- a los
accionistas reales, a los que están en el último eslabón de las cadenas de
intermediarios o depositarios;
también en cuanto
al deber que establece la Directiva, de los inversores institucionales y de los
gestores de activos –conceptos estos que se definen con precisión-, de hacer
pública y dar cuenta de su política de implicación, incluida la implicación a
través del voto, en las empresas en las que participan;
igualmente en
cuanto a los deberes de transparencia de estos mismos agentes –inversores
institucionales y gestores de activos- acerca de su estrategia de inversión, de
la medida en que es coherente con los tiempos y naturaleza de sus pasivos y las
expectativas de sus inversores;
la Directiva
también regula los deberes de transparencia aplicables a los asesores de voto o
proxy advisors, uno de los fenómenos de más calado en la evolución del gobierno
corporativo de las sociedades cotizadas;
asimismo se
refiere a la política de remuneraciones aprobada por la junta con la que debe
contar toda sociedad cotizada y a los informes anuales de remuneraciones,
sujetos al voto anual de la propia junta, aspecto ya recogido en nuestra
legislación (y que solo va a requerir algunos retoques),
y, finalmente, y a
ello me voy a referir aquí de modo especial, la Directiva armoniza en diversos
aspectos el régimen de las operaciones vinculadas.
En relación con ellas, Directiva va a obligarnos a
introducir algunos cambios y a completar en algunos puntos nuestro régimen
actual, que se concreta esencialmente en cuatro aspectos:
en la obligación
de incluir información sobre ellas en la información financiera anual y
semestral (conforme a la Norma Internacional de Contabilidad NIC 24),
en su necesaria
aprobación, salvo que se trate de ciertas operaciones estándar, por el consejo
(salvo que deba aprobarlas la junta por recaer sobre activos esenciales o,
tratándose de operaciones con consejeros o accionistas representados en el
consejo, por ser de valor superior al 10% de los activos sociales),
en la regla de
inversión de la carga de la prueba, mejor la carga de la argumentación, en caso
de impugnación de acuerdos de junta adoptados con el voto decisivo de un socio
conflictuado,
y sobre todo, en
lo que respecta a transacciones vinculadas con consejeros, en los principios de
transparencia, independencia (con el consiguiente deber de abstención de los
consejeros en conflicto tanto en el consejo como en la junta) y equidad que
deben presidir todo análisis relativo a la admisibilidad de las operaciones
vinculadas.
¿Qué cambios va a obligar a introducir la Directiva y cuál
es la posición de la CNMV al respecto? Me gustaría aclarar que el debate, al
que estamos contribuyendo, aún está en marcha, pero puedo hacerles las
siguientes observaciones
Concepto de operaciones vinculadas
La LSC –a efectos de su régimen de autorización- solo se
refiere a operaciones vinculadas con consejeros y a operaciones vinculadas con
accionistas significativos de sociedades cotizadas. Desde la CNMV hemos
planteado que también deban ser considerarse operaciones vinculadas, tanto a
efectos de aprobación por el consejo como del régimen de publicidad ad hoc que
prevé la Directiva, otras operaciones vinculadas en el concepto de la NIC 24
(como las operaciones con directivos clave o las transacciones con empresas en
las que la compañía ostente el control conjunto).
Aprobación de operaciones vinculadas por el consejo o por la
junta
Hemos propuesto rebajar al 1 por mil el límite (actualmente
del 1%) de los ingresos anuales de la exención relativa a operaciones
estandarizadas a precios aplicados con carácter general. En cuanto a los casos
de aprobación obligatoria en junta, creemos razonable que sigan siendo los
actualmente previstos en la LSC: operaciones sobre activos esenciales,
entendiendo por tales en particular aquellos cuyo valor exceda del 25% del
activo, y operaciones con consejeros de valor superior al 10% del activo.
Publicidad ad hoc
Nos parecería razonable fijar el umbral determinante de la
obligación de publicidad que prevé la Directiva, por ejemplo, en el 5% del patrimonio
neto, o en el 2,5% del importe anual de la cifra de negocios si la operación
consiste en la entrega de suministros o la prestación de servicios. Creemos que
a estos efectos resulta más razonable y equitativo partir del patrimonio neto
que del balance o volumen del activo. Este tipo de umbrales siempre son líneas
imperfectas, de trazo grueso, pero los porcentajes sobre el activo tienen un
significado demasiado distinto según el nivel de apalancamiento que implique el
tipo de negocio de cada compañía.
Voto en junta de los accionistas conflictuados
Consideramos que la opción en este punto debe ser permitir
participar en la votación, sin restricciones, a los accionistas que sean parte
vinculada a condición de que la operación haya sido aprobada por la mayoría de
los consejeros independientes. Ello manteniéndose en sus términos, por
supuesto, el régimen previsto en el art. 190 LSC de inversión de la carga de la
argumentación sobre la conformidad de la operación con el interés social en
caso de impugnación. Esta solución supondría recoger en la ley lo que ha sido
la mejor práctica española en este ámbito, que se ha aplicado frecuentemente en
relación con operaciones muy relevantes, como por ejemplo fusiones con la
sociedad matriz o con otra filial o participada por ella.
La Directiva no exige para que pueda votar el accionista que
sea parte vinculada que concurran cumulativamente las dos salvaguardias que
menciona (voto favorable del resto de los accionistas o no oposición de la
mayor parte de los consejeros independientes). El precepto admite perfectamente
una lectura más flexible, que parece la única coherente con la referencia del
mismo a que para que pueda votar el accionista conflictuado debe haber
“salvaguardias adecuadas que se apliquen antes del proceso de votación o
durante éste” (no “y durante éste”).La solución que se propone tiene en cuenta
la experiencia de la CNMV, que incluye fusiones u otras operaciones propuestas
por accionistas mayoritarios, en las que negarles el voto resulta antinatural y
desproporcionado. Es más que razonable como garantía exigir la aprobación
previa de los consejeros independientes (además de aplicar la regla antes
citada de inversión de la carga de la prueba o argumentación). El derecho
societario tiene que ser equilibrado; debe proteger a los accionistas
minoritarios pero a la vez preservar que en las compañías sus dueños sean
quienes decidan con arreglo al principio mayoritario y que los grupos
societarios tengan un margen adecuado para estructurarse y operar. Ha de tenerse
en cuenta también que nuestro derecho societario no contiene un régimen de
grupos al modo alemán, por lo que la solución no puede ser simplemente
inaplicar la regla de que no vote el socio mayoritario.
Los deberes de los consejeros de una filial cotizada
La segunda cuestión a la que quería referirme es la especial
posición que corresponde a los consejeros de una filial cotizada, tanto si se
trata de consejeros dominicales como de consejeros independientes. En lo que
respecta a los consejeros dominicales, es decir, los consejeros que de algún
modo representan al socio mayoritario en el consejo de la filial, concepto
peculiar del derecho español pero muy interesante y útil para el análisis de
los problemas de gobierno corporativo, me gustaría destacar tres aspectos.
El primero, es que se trata de consejeros que están sujetos
a los mismos deberes y responsabilidades que el resto de los consejeros, al
mismo deber de lealtad con respecto al interés social propio de la sociedad
cotizada filial. No hay problema para que tengan en cuenta las indicaciones o
el interés de la sociedad dominante, de su dominus. Y la determinación por una
parte de lo que es conforme con el interés social puede considerarse
caracterizada por un margen razonable de discrecionalidad. Pero los consejeros
dominicales vinculados al socio mayoritario deben guiar su actuación por el
interés de la sociedad filial, de cuyo órgano de administración forman parte.
En segundo lugar, no hay problema para que el consejero
dominical comparta, dentro de un orden, información con su dominus. Esta
cuestión, en su momento muy debatida, ya no suscita dudas en la doctrina y
práctica española desde el punto de vista del derecho societario. Lógicamente,
el socio mayoritario tiene que hacer un uso recto de la información,
circunscrito al seguimiento y gestión de su participación, y se extiende a él
el deber de preservar su confidencialidad, pero no hay inconveniente en que
haya diálogo entre él y el consejero y que ello incluya que este le transmita
información que conozca como consejero en términos razonables para ese
seguimiento y gestión. Y esa compartición de información tampoco suscita dudas,
siempre que tenga lugar en ese mismo contexto, desde el punto de vista de la
prohibición de la comunicación a terceros de información privilegiada, que se
produciría en el normal ejercicio de una función, por utilizar la expresión del
Reglamento de abuso de mercado.
En tercer lugar, parece claro que deben extenderse a los
consejeros dominicales los conflictos de interés que afecten a su dominus. Una
consecuencia de ello es su deber de abstención en el consejo en relación con
las operaciones con la sociedad en las que el accionista al que representan sea
parte.
Entiendo que estas mismas consideraciones son aplicables a
los consejeros ejecutivos, cuya posición, en caso de accionista mayoritario, ha
de asimilarse a estos efectos a la de los dominicales.
En cuanto a los consejeros independientes, me gustaría
llamar la atención sobre su especial responsabilidad en el caso de sociedades
filiales cotizadas dada la natural tensión que puede producirse entre el
interés social, el interés común de los accionistas, y el interés de la
sociedad dominante. Pienso sobre todo en las operaciones vinculadas con la
sociedad dominante o con otras sociedades del grupo, pero también, en general,
en el principio de que la actuación del consejo ha de tener como guía el
interés social, es decir, como dice la Recomendación número 12 de nuestro CBG
“la consecución de un negocio rentable y sostenible a largo plazo, que promueva
su continuidad y la maximización del valor económico de la empresa”. He dicho
en alguna ocasión que queremos que la CNMV sea vista como una instancia de
amparo de los consejeros independientes que puedan verse perturbados en el
ejercicio de su función. Lo reitero con carácter general, pero también, de modo
especial, dirigiéndome a los que lo son en sociedades controladas
mayoritariamente por la entidad dominante de un grupo.
Por otra parte, en las próximas semanas someteremos a
consulta pública una Guía Técnica sobre Comisiones de Nombramientos y
Retribuciones con el objetivo de propiciar que las mejores prácticas de
funcionamiento de este tipo de comisiones del consejo se generalicen lo más
posible. Uno de los aspectos o preocupaciones de la Guía va a ser reforzar los
elementos que garantizan que los consejeros independientes lo sean de verdad,
lo que es especialmente importante en el caso de sociedades cotizadas
controladas por un socio.
Filiales cotizadas
Finalmente, me gustaría referirme a un tema muy concreto, a
otra de las Recomendaciones del Código de Buen Gobierno de 2015, la número 2:
“Que cuando coticen la sociedad matriz y una sociedad
dependiente, ambas definan públicamente con precisión… las respectivas áreas de
actividad y eventuales relaciones de negocio entre ellas… [y] los mecanismos
previstos para resolver los eventuales conflictos de intereses que puedan
presentarse.”
Por efecto de lo que se dice en uno de los apartados del
modelo de IAGC vigente, aprobado por Circular de la CNMV, solo se facilita
información sobre la existencia y contenido de ese tipo de acuerdos de
definición de las áreas respectivas de actividad y de los mecanismos relativos
a los conflictos entre matriz y filial en el caso de que se trate de dos
sociedades cotizadas en España. Incluso tiende a considerarse no aplicable la
recomendación cuando la filial cotiza en España y su accionista mayoritario lo
hace fuera. Ambas cosas tiene poco sentido y las trataremos de corregir. La
recomendación debería referirse a todos los casos en los que una sociedad
cotizada pertenezca a un grupo de sociedades que desarrollen actividades con
lógica industrial de grupo o interrelacionadas, incluyendo también tanto al
caso de matriz cotizada fuera de España como el de matriz no cotizada. Y el
modelo debería reclamar, también en estos casos, una adecuada descripción de
los mecanismos de delimitación y gestión de conflictos que puedan existir.
* Esta entrada se corresponde con la intervención del autor
en una jornada del mismo título que tuvo lugar en Madrid el 19 de octubre de
2018 organizada por el Departamento de Derecho Mercantil de la Universidad
Complutense con el patrocinio de ENDESA. Una versión íntegra del discurso se
encuentra en la página web de la CNMV
IVO Y GRUPOS DE SOCIEDADES
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