Si nos asomásemos al interior
de la cabeza del juez enfrascado en el examen de autos, expedientes o normas,
posiblemente nos sorprenderían los prejuicios, talante o criterios que guían su
brújula profesional. Esta es una propuesta:
1.
No debo olvidar
que soy humano. Ni soy Hércules ni un Quijote. Solo un empleado público en
quien se deposita la confianza en un trabajo artesanal de identificar y aplicar
la norma, y en su caso, verificar la realidad de unos hechos (“Dime de lo que
presumes y te diré de lo que careces”).
2.
No debo esperar
el aplauso ni temer la crítica. Me pagan por sentenciar, no por alimentar o
proteger mi ego. Debo recordar que el que gana un pleito suele ser ingrato ( se
gana por mérito propio: del abogado victorioso) y el que pierde siempre está
descontento (se pierde por culpa ajena: del juez); (“Haz el bien, sin mirar a
quién”).
3.
No hay litigio
insoluble (“Quien busca, halla”).
4.
No debo dejar de
consultar y estudiar las normas y la jurisprudencia, mas allá de lo que las
partes han expuesto en el pleito. (“Libro cerrado, no saca letrado”).
5.
No debo dar por
cierto todo lo que se afirma por los abogados envuelto en citas, leyes y
sentencias (“Un abogado listo, te hará creer lo que nunca has visto”).
6.
No debo escatimar
razones para convencer (“Lo que mas trabajo cuesta, más dulce se muestra”).
7.
No debo refugiar
las razones del fallo en vacíos sobreentendidos: “Es notorio”, “ Va de suyo”,
“Se desestima por su propia lógica”, “No hacen falta arabescos argumentales”,
etc; ( “Meando claro y cagando recio, nadie te llamará necio”).
8.
No debo
precipitarme en sentenciar contrarreloj: el tiempo y esfuerzo de las partes
requiere un mínimo de sosiego y reflexión (“Las prisas son malas consejeras”).
9.
Tampoco debo
dedicar todo mi tiempo y vida para elaborar cada sentencia, dando vueltas y
revueltas sobre las posibles respuestas a cada cuestión, pues las sentencias
como los melones, si maduran mucho, se pasan (“Quien mucho abarca, poco
aprieta”).
10.
No debo utilizar
calificativos denigrantes de la argumentación de los abogados (“disparate”,
“absurdo”, “torpe”,etc), y menos adjetivarlos (“manifiesto”,
“patente”,”ostensible”…). Los abogados hacen su trabajo y los planteamientos
arriesgados de hoy quizás sean acogidos por las sentencias del Supremo del
mañana (“Errar es humano, perdonar es de sabios”)
11.
No debo perder de
vista la realidad por encima de formas, palabrería y leyes: “sentencia” tiene
la misma raíz que “sentimiento” (“Será buena la fruta, si el juez de la vida
disfruta”).
12.
No confundir
extensión con calidad (“Lo bueno si breve, dos veces bueno; y si malo, menos
malo”).
13.
No debo
retrotraer las actuaciones si puedo resolver la cuestión de fondo y evitar
pérdidas de tiempo, dinero e ilusiones (“Para ese viaje no hacían falta
alforjas”).
14.
No debo
frivolizar con la imposición de las costas (nadie debe “ir por lana y volver
trasquilado”).
15.
No debo
transcribir extensos fragmentos de sentencias de jurisprudencia hasta la náusea
(“A buen entendedor, pocas palabras bastan”).
16.
No debo dejar
fallos judiciales abiertos que provoquen interminables incidentes de ejecución
(no avalar la maldición gitana de “pleitos tengas y los ganes”)
17.
No debo intentar
contentar a todas las partes: el Derecho da o quita la razón pero no la hace
divisible ni elástica. (“No se puede servir a dos señores a un tiempo y tener a
cada uno contento”).
18.
No bajes la
guardia de la atención con la sola lectura de demanda y contestación, pues
prueba y conclusiones pueden variar las opiniones. (“Hasta el rabo, todo es
toro”).
19.
No debo descuidar
las formas y la extensión de la sentencia (“Con orden y medida, pasarás bien la
vida”).
20.
No debo dejar sin
releer la sentencia antes de dictarla pues las erratas van mal con la
solemnidad de una sentencia (“Una guinda podre arruina el pastel”).
21.
Si la cosa es
discutible, o si tiene gran importancia, aunque se tenga un criterio forjado,
hay que dejar enfriarlo para repensarlo (“casa con mala cara, consultarlo con
la almohada”).
22.
No tener reparo
en cambiar el proyecto de sentencia aunque
esté muy avanzado, cuando se advierte un error, enfoque o razón mas claro,
justo o correcto (“ Mejor volverse atrás que perderse por el camino”).
23.
No cambies tu
personal criterio por seguir la cómoda corriente de otros compañeros (“Lleva
siempre tu camino, y no mires nunca el de tu vecino”).
24.
No dejar que el
temor reverencial del poder y los políticos condicionen el sentido de lo justo
(“Quien con niños se acuesta, mojado se levanta”).
25.
No intentes hacer
sentencias exquisitamente redondas, exactas, infalibles y diamantinas pues en
el sinuoso Derecho Administrativo, en el marco de un complejo proceso, buscar
lo perfecto puede ser peor (“Lo mejor es enemigo de lo bueno”).
26.
No hay que
olvidar que me pagan por sentenciar (“Ya que aprendiste a cobrar, aprende
también a trabajar”).
27.
No olvidar que la
intolerancia o soberbia que refleje la sentencia puede ser la misma que nos
aplique un Tribunal superior en rango al revocar la propia (“ A cada cerdo le
llega su San Martín”).
28.
No aproveches la
sentencia para dar un varapalo a terceros o sentar doctrina académica (“Agua que no has de beber, déjala correr”).
29.
No dejes que tu
atención se desvíe del auténtico foco conflictivo, y si la raíz del mal está en
un reglamento o una ley, cuestiónalas con firmeza (“ Muerto el perro, se acabó
la rabia”).
30.
No dejes que la
adulación de un abogado te nuble la visión jurídica ( “La adulación es como la
sombra: no hace mas grande ni mas pequeño”).
31.
31.No respondas a
la vehemencia o insolencia de un abogado con el mismo tono en sentencia (“A
palabras necias, oídos sordos”).
32.
No descalifiques
con desdén o grosería en tu sentencia el criterio o sentencias de otros
compañeros (“La ropa sucia se lava en casa”).
33.
No escatimes la
educación y el respeto en el uso de formas y expresiones (“Lo cortés no quita
lo valiente”).
34.
No olvides que el
Derecho no es una ciencia exacta y que el Ilustrísimo, la toga y el mazo no
dotan de infalibilidad (“Aprendiz de mucho, Maestro de nada”).
35.
No seas tan
arrogante como para ignorar con ligereza la jurisprudencia consolidada (“Donde
hay patrón, no manda marinero”).
36.
No pasará a la
historia tu sentencia, ni figurará tu nombre junto a Ulpiano o Mommsen. Los
autos se archivarán, la sentencia será una gota de agua en el océano de la base
de datos, las partes lo recordarán como una inundación pasada (los que ganan
como algo que regó los campos y los que pierden como algo que los anegó), y los
abogados seguirán su vida. (“ En el ajedrez el Rey y el Peón, van siempre al
mismo cajón”).
37.
No pienses que tu
sentencia es firme e incuestionable (“El juez propone y el Tribunal
Constitucional dispone”).
38.
No vaciles en
admitir la solicitud de “rectificación de errores” de sentencia o complemento
del fallo, o nulidad de actuaciones (“A grandes males, grandes remedios”).
39.
No por “fallar”
con el “fallo” de la sentencia, se acaba
el mundo (“ Errando se aprende”).
40.
No debo renegar
de la sentencia que firmé (“Cada palo, aguante su vela”).
Pero sobre todo, me agrada un
refrán de origen bíblico: “Con la vara que midas, serás medido” (Mateo 7,2).
Para terminar, y que se me
perdone la licencia de incorporar refranes ilustrativos, citará un expresivo
fragmento de El Quijote (Capítulo LXVII):
–
Mira, Sancho -respondió Don Quijote-, yo traigo los refranes a propósito y
vienen cuando los digo como anillo en el dedo; pero tráelos tú por los
cabellos, que los arrastras y no los guías; y si no me acuerdo mal, otra vez te
he dicho que los refranes son sentencias breves, sacadas de la experiencia y
especulación de nuestros antiguos sabios; y el refrán que no viene a propósito
antes es disparate que sentencia.
José Ramón Chaves, magistrado
del Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, expone aquí un catálogo de las 40
cosas que un juez sensato y sensible debe tener presente a la hora de dictar
sentencia. 40 cosas aderezadas con castizos refranes.
Contenido curado por Isabel Asolo
(Community Manager) HERAS ABOGADOS BILBAO S.L.P.
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