La película “el silencio de
los corderos” puso de moda la expresión latina “quid pro quo”. Casi todos
recordamos aquella impactante escena en la que la agente Clarice Starling, del
FBI, acude a prisión a pedir la ayuda del caníbal Hannibal Lecter para resolver
un caso de asesinato.
A través de un cristal,
Lecter asiente a la petición, pero con condiciones: “quid pro quo, Clarice…, yo
te cuento cosas y tú me cuentas cosas”.
Eso del “quid pro quo” no es
ni más ni menos, que una norma de convivencia y reciprocidad que aprendieron
hace siglos los romanos y que nosotros utilizamos habitualmente en nuestras
relaciones personales, afectivas, sociales o judiciales.
Es lo que popularmente
conocemos como intercambio de favores.
El “quid pro quo” se emplea
especialmente en los países anglosajones, mientras que en la Europa continental
utilizamos una expresión similar: “do ut des”.
Sirve para designar la
reciprocidad en algunas transacciones legales y comerciales como contratos y
acuerdos recíprocos. Viene a ser algo así como “doy para que me des”. Es decir,
te doy algo a cambio de algo.
En derecho civil, social,
mercantil y también en los asuntos de familia, es muy frecuente el uso del do
ut des. Con él se hace realidad una frase muy extendida entre los juristas que
afirma “que siempre es mejor un buen pacto que un mal pleito”.
Aquí, también podríamos
hablar de la donación remuneratoria, donde se da a alguien un bien o un regalo
en base a unos servicios prestados desinteresadamente.
Tanto el “quid pro quo” como
el “do ut des” forman parte de la esencia de la vida en sociedad, y es que la
mayor parte de nuestros actos se rigen precisamente por esto. Te doy algo, pero
si tu colaboras a cambio de otra cosa que a mi me interesa.
Este es el punto de
equilibrio que responde a los principios generales de cualquier pacto o
negociación. Y, que al mismo tiempo, hace que las relaciones humanas, y por
ende la sociedad, avancen.
Vivimos en un mundo donde estos
pequeños intercambios de favores son el motor de la existencia. Casi nadie da
nada por nada. Todo se negocia. Se pacta.
Los viejos dichos “quid pro
quo” o “do ut des” están tan vigentes como antaño lo estuvieron con los
romanos, los padres fundadores de nuestro actual derecho.
Contenido curado por Isabel Asolo
(Community Manager) HERAS ABOGADOS BILBAO S.L.P.
No hay comentarios:
Publicar un comentario