Los expertos coinciden en que, si bien los conocimientos que
otorga el expediente académico de Grado son relevantes, los despachos
actualmente demandan una serie de requisitos y destrezas para la contratación
de los nuevos profesionales, que van desde el manejo de idiomas hasta la
inteligencia emocional.
El
plan de ruta para llegar a ejercer la abogacía en España y dentro del ámbito
europeo está claramente dibujado en la Ley 34/2006, de 30 de octubre (LA LEY 10470/2006), que, tal como se establece en su justificación, surge
de una necesidad ineludible en el marco de una España inmersa en el proceso de integración
con el resto de países de la UE.
Dicha
Ley, establece que, además de la formación de grado, se deberían realizar
estudios comprensivos que acreditasen las competencias necesarias para ejercer
la profesión, así como un período de prácticas en instituciones, despachos o
entidades relacionadas. Además, los aspirantes deberían superar un examen de
acceso.
Pero
la parte burocrática no lo es todo a la hora del ejercicio profesional y los
expertos, tanto del ámbito de los Recursos Humanos como del Derecho, coinciden
en que los futuros abogados y abogadas necesitan aportar una serie de
herramientas propias, habilidades y cualidades.
Por
un lado, reconocen la habilidad comunicacional, no solo desde el punto de vista
de una oratoria convincente y efectiva, sino también en el aspecto relacional,
en la necesaria empatía a la hora de atender clientes. Actualmente, la
situación del mercado ha propiciado la fusión de dos perfiles profesionales, en
principio, bastante lejanos, pero que han derivado en lo que se vendría a
conocer como el abogado del siglo XXI: el perfil de abogado en sí, con un
necesario espíritu comercial.
Hoy
en día, las ventas y el marketing son dos factores indispensables en la
supervivencia de los despachos, razones por las cuales se ha primado en la
búsqueda de candidatos con ese tipo de habilidades en el perfil. Pero no solo
se deben quedar en habilidades teóricas, ya que la tendencia es que para poder
avanzar en la carrera, uno de los requisitos fundamentales es la generación de
negocio, junto a la atracción de clientes. Y para ello, también resultan
fundamentales la empatía, la capacidad de escuchar y la de trabajar en equipo.
Coinciden
en manifestar que no solo hay que saber gestionar los nuevos negocios, sino que
hay que saber dónde encontrarlos, generar nuevas fuentes de ingresos, siempre
con miras hacia un plan de crecimiento a medio o largo plazo. En este sentido,
Eugenia Navarro, experta en marketing jurídico, afirmó en una entrevista que
«el abogado del siglo XXI es un profesional que debe combinar los aspectos
técnicos propios de la profesión con todos aquellos que hacen referencia a la
gestión, especialmente aquellos referentes a la generación de negocio».
Otro
aspecto demandado entre los perfiles profesionales más atractivos en el ejercicio
de la abogacía nace de una paradoja fundamental: la búsqueda de candidatos que
aporten disciplina y orden, en cuanto a su capacidad de asumir de forma
responsable los plazos y procedimientos para realizar su trabajo, pero que
sepan ser flexibles y espontáneos, sorteando los imprevistos con creatividad,
agilidad y eficiencia. Todo ello sin perder la diplomacia en el trato, los
buenos modos y la inteligencia emocional, aquella que permite «leer» el
comportamiento de los otros: en la oficina, en los juzgados, con los clientes,
etc. Esta última es otra de las cualidades más demandadas hoy en día en los
despachos.
El
expediente no es suficiente
Esta
rima no está hecha al azar: los estudios de grado ya no son la base sobre la
cual se toman las decisiones de contratación. La estandarización del espacio
universitario ha permitido una cierta homogeneización a la hora de crear los
programas de estudio de grado. Por ello, la diferencia se marca no solo con la
realización del Máster obligatorio para acceder al ejercicio de la abogacía,
sino con las prácticas, también requisito indispensable, que si bien están
contempladas para el proceso de postgrado, los expertos coinciden en que no es
una mala idea intentar acercarse lo antes posible al desempeño profesional.
En
esta línea, los idiomas (especialmente el inglés como base y cualquier otro
como un plus), además del conocimiento y manejo de las nuevas tecnologías, son
recursos que cada vez cobran más fuerza dentro del perfil deseado de un
profesional de la abogacía. Pero la experiencia en el extranjero es otro valor
añadido que los despachos podrían tener en cuenta a la hora de seleccionar
candidatos, ya que, si bien un desempeño alto en los idiomas es un aspecto muy
importante, saber desenvolverse en entornos internacionales es también un
requisito deseable.
Y,
por último, es indispensable que los profesionales de la abogacía aporten una
curiosidad permanente, así como una intención real de seguir formándose a lo
largo de su vida laboral, actualizando no solo las modificaciones normativas,
sino que adquiriendo nuevas habilidades que el mercado vaya demandando, y en
función del área en la que desarrolle su actividad, que puedan repercutir
positivamente no solo en su desempeño, sino también en su entorno de trabajo.
(la ley 252374/2014)
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