A los bancos y a las aseguradoras no les gusta, los prestatarios
ven poco o ningún beneficio en ella, y los ahorradores y los pensionistas temen
que su dinero se esfume por su causa: La política de tipos de interés negativos
es tan poco popular como misteriosa.
Todo apunta a que el Banco Central Europeo recortará aún más los
tipos esta semana, pero nadie sabe exactamente hasta qué punto la medida va a
servir de ayuda. La respuesta más simple es que esta política está destinada a
acercar el actual nivel de inflación de -0,2% al objetivo por debajo, pero
cercano al 2%. Sin embargo, la inflación es también la respuesta más
importante, aunque haya pruebas de que los tipos negativos no consiguen
estimular el crecimiento a través del préstamo y de que las devaluaciones
monetarias competitivas no perduran en el tiempo. La inflación es una parte
vital del esfuerzo por reducir la carga de deuda de las economías europeas.
Esto se refiere sobre todo a los gobiernos del sur de Europa, más vulnerables a
otra crisis, pero también a países con un elevado endeudamiento del sector
privado, como Francia, Bélgica y Holanda. Un bajo nivel de inflación, sobre
todo si se prolonga durante mucho tiempo, significa que la carga de deuda
persiste, lo que hace que se dediquen más recursos al desapalancamiento,
deteriorando el crecimiento. Por tanto, el crecimiento económico nominal y la
inflación podrían ser más importantes que el crecimiento económico real, al
menos a corto plazo. La realidad es que, aunque el crecimiento real se puede
estimular aumentando los préstamos, no está ocurriendo porque los tipos
negativos afectan a la rentabilidad bancaria.
En gran parte del norte de Europa, los tipos negativos no están
recortando el coste de los préstamos porque los bancos son incapaces de
trasladar los costes derivados de los tipos negativos a los pequeños
ahorradores. De hecho los costes hipotecarios ya han subido en Suiza a pesar de
los tipos negativos y el aumento del coste del crédito es probable que acabe
asentándose en países como Alemania, Francia y Holanda, según Barclays.
Cuanto más tiempo permanezcan los tipos en valores negativos,
peor será el efecto probablemente sobre los beneficios bancarios. Las ganancias
sobre sus carteras de bonos caerán, o pueden incluso convertirse en un coste.
Sus costes de financiación sobre la deuda junior y algunas formas de capital
bancario pueden aumentar si crece la preocupación de los inversores por la
pérdida de dividendos o de pagos de cupones. Un efecto positivo visible de los
tipos negativos es la reducción de los costes de financiación para los
gobiernos. El rendimiento de la deuda pública a dos años en España e Italia es
inferior a cero; la factura de Alemania por el pago de la deuda se ha desplomado.
Pero parece difícil que puedan aplicarse estímulos fiscales en la eurozona,
teniendo en cuenta la oposición de Alemania. Y la reducción de las presiones
por el pago de la deuda también puede permitir a los gobiernos eludir
decisiones difíciles que podrían estimular el crecimiento a largo plazo.
Europa se encuentra en una situación difícil, y los tipos
negativos no benefician una situación de débil crecimiento. Pero la política
aún podría influir positivamente en la inflación animando a los ciudadanos y a
las compañías a gastar efectivo, con lo que aumentaría la velocidad de
circulación del dinero, o mejorando las expectativas de inflación. Y la
alternativa, si el BCE optara por no mover ficha, es arriesgarse a ajustar aún
más las condiciones financieras que hacen que el objetivo sea aún más difícil
de conseguir. Lo que está claro es que, sin un aumento de la inflación a corto
plazo, cuesta trabajo ver cómo Europa puede resolver su problema de
endeudamiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario