Texto recogido para nuestros lectores en el Blog
Jurídico de Sepín
Todo contrainterrogatorio supone enfrentarnos a una
situación difícil y complicada en la que van a intervenir numerosos factores,
entre los que destaca la inicial oposición (hostilidad) del testigo a realizar
concesión alguna a quien va a cuestionar el testimonio que este ya ha
presentado durante el interrogatorio directo.
Dicha hostilidad dependerá, a su vez, del tipo de cliente a interrogar,
pues podremos encontrarnos con testigos que mienten voluntariamente (“testigos
deshonestos”) en los que dicha hostilidad es mayor y otros que lo hacen de
forma involuntaria (por errores de observación, defectos físicos o psíquicos,
sugestión, fallos de memoria, etc.) que llamaremos “testigos honestos” y cuya
hostilidad es más reducida, siendo lógico que la forma de aproximarnos a uno u
otro varíe notablemente.
Sobre la base de lo expuesto, en este post vamos a tratar
las distintas tácticas que podemos emplear a la hora de encarar todo
contrainterrogatorio.
La primera distinción que haremos será entre tácticas
amigables y hostiles.
Tácticas amigables son aquellas que buscan la cooperación
del testigo y se basan en una aproximación tranquila, calmada, sin agresividad
alguna, empleando un lenguaje verbal y no verbal cercano que, de alguna forma,
facilite la confianza del testigo. Con ello, se podrán obtener más concesiones
o limitar el deseo inconsciente del testigo de hacer el máximo daño posible
durante el interrogatorio. Digamos que durante esta aproximación el abogado
actúa de forma muy razonable y hasta simpática con el testigo, ganándose así su
confianza. Para ello empleará un lenguaje comprensivo y empático.
Por el contrario, por tácticas hostiles, nos referimos a
aquellas en las que la aproximación se realiza de forma que, desde el
principio, se cuestiona abiertamente la parcialidad, inconsistencia e
improbabilidad del testigo y su testimonio respectivamente. Es una aproximación
ideal para aquellos testigos que sabemos que mienten y sobre cuyo testimonio
disponemos de otras evidencias que lo pondrán en duda. En este caso, el tono
agradable se sustituye por una tensión latente durante todo el interrogatorio. El riesgo de realizar este tipo de
interrogatorio reside en que puede llegar a intimidar o victimizar al testigo,
lo que puede generar en el juez o jurado cierto rechazo a quien interroga y
simpatías hacia aquél, todo ello sin perjuicio de la posibilidad de una
eventual llamada de atención del juez.
Llegados a este punto, podemos afirmar que comenzado un
interrogatorio de forma amigable, podemos transformarlo en hostil, si bien
hemos de hacerlo como consecuencia de que emerja en el testigo una actitud
evasiva, parcial, retadora, que nos obligue a pasar a este segundo estadio más
agresivo. Si la causa de este cambio radica en el testigo, el juez o jurado lo
entenderá y verá de forma positiva.
Otra clasificación de tácticas es la que distingue entre la
aproximación directa y la indirecta.
A través de la aproximación directa, el abogado que
contrainterroga deja claro su objetivo
desde el comienzo del interrogatorio. Es, por tanto, un interrogatorio
que confronta al abogado y al testigo desde el principio.
Por el contrario, la aproximación indirecta, es aquella por
la que el abogado esconde desde el principio su objetivo al testigo. Para ello,
la aproximación será similar a la amigable, de forma que el testigo se confiará
y es posible que baje la guardia. Generalmente, durante esta aproximación, el
abogado consigue una serie de aseveraciones de testigo para confrontarlo
posteriormente con el verdadero material contradictorio lo cual creará un
efecto devastador para su credibilidad.
Expuestas sustancialmente las diversas tácticas, a
continuación vamos a examinar las posibles combinaciones que podemos emplear
con dichas técnicas.
Una combinación de aproximaciones directa y amigable puede
empelarse con testigos honestos.
Las aproximaciones directa y hostil pueden emplearse por el
fiscal o acusador particular al interrogar al acusado, o por la defensa al
interrogar a la víctima, pues en estos casos no cabe aproximación indirecta.
Igualmente, la aproximación directa y hostil podrá emplearse
frente a un testigo que miente descaradamente, pero cuyo testimonio puede
confrontarse con pruebas que lo contradigan claramente.
Una aproximación indirecta y amigable puede llevarse a cabo
con un testigo honesto, pues sabedores del error del testigo, podemos ir aproximándonos
creando un sólido terreno para introducir las preguntas claves en un clima de
cooperación y confianza.
Igualmente, aunque con más dificultad, una aproximación
indirecta y amigable, podrá realizarse con un testigo hostil, de forma que la
aproximación podrá desconcertarlo, pues perderá completamente toda posibilidad
de controlar o frustrar el interrogatorio. No obstante, esta aproximación es
difícil, pues la actitud de rechazo de estos testigos estará presente desde el
principio.
En definitiva, serán las circunstancias del testigo, y de
todos los elementos que conforman el universo del juicio, los que determinarán
que estrategia y que tácticas emplearemos para obtener los objetivos que nos
hayamos planteado con nuestro contrainterrogatorio.
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